LA CALCHONA

La Calchona es otra de las varias leyendas chilenas de bestias combinando rasgos humanos con animales, en este caso extendida por un amplio sector del país. Mantiene ciertas semejanzas muy evidentes con el internacional personaje terrorífico de la Llorona, además, y su nombre provendría la palabra mapudungún kalcha, que se traduce como mecha o cabellera muy crecida, sucia y enmarañada, término aún usado en el lenguaje popular.

Según el folclore y las tradiciones orales, la Calchona era una madre de familia que, a espaldas de los suyos, practicaba brujería con pócimas e infusiones mágicas varias ocultando todo un laboratorio rústico de estas sustancias e ingredientes en su casa. Su gran secreto era un frasco con un misterioso ungüento que, al aplicarlo cada noche sobre el cuerpo, podía convertir a los brujos en el animal que quisieran ser. Ella se transformaba así en una oveja, generalmente lanuda y de colores oscuros o negros, otras veces blanca. En esta forma salía a recorrer los campos, montes y bosques en horas de la madrugada hasta que regresaba en la mañana a casa y recuperaba su forma humana valiéndose de la misma poción.

Para esconder tales prácticas de su marido y sus dos hijos, la mujer realizaba un hechizo que los hacía dormir profundamente, impidiéndoles descubrir o sospechar siquiera tales andanzas nocturnas convertida en animal. Sin embargo, sucedió que una noche de aquellas, por la ansiedad o apuro de salir pronto, olvidó realizar su hechizo sedante y los niños se despertaron justo cuando se estaba transformando en oveja, mientras se untaba aquella pócima. Fingiendo que seguían dormidos, esperaron que se fuera de la cabaña y partieron a hurgar los varios frascos buscando la extraña crema mágica y se la pusieron encima. Ambos se convirtieron en zorros de pequeño tamaño, echándose a llorar de susto al ver que no tenían cómo regresar a sus formas humanas.

Los gemidos de los niños despertaron al muy cristiano padre quien, al ver a los zorritos y la escena de frascos revueltos, adivinó lo que sucedía, pues tenía conocimiento de que algunas brujas usaban tales productos para convertirse en animales durante las noches. Desesperado por revertir la situación, comenzó a buscar entre los frascos alguno que permitiera recuperar la forma a sus hijos, hasta que dio con uno que los retornó a sus aspectos de niños al untarles encima el contenido. Los niños, aún choqueados, confesaron que habían visto a su madre convertirse en oveja y que trataron de imitar su transformación con aquel ungüento mágico. Por esta razón, el aterrado hombre decidió arrojar a las aguas de un río aquella sustancia y escapó con los niños lejos, para nunca volver a la modesta morada ni al campo donde habían vivido.

Cuando la mujer regresó a casa todavía en su forma de oveja, vio con estupor que no estaba su familia y que sus frascos estaba volcados, habiendo desaparecido el ungüento. Desesperada, buscó por toda la casa su mágica crema para volver a la forma humana, pero sólo descubrió un poco en el fondo de uno de sus envases ya utilizados. Se frotó lo que escasamente quedaba en él alcanzándole sólo para la cara, parte de la cabeza y pelo, las manos y los brazos, quedándole todo el resto del cuerpo con su forma ovina. Otras versiones más simples pero menos extendidas, sin embargo, señalan que la bruja no encontró nada del ungüento para revertir su situación aquella trágica noche, y así que quedó convertida para siempre en oveja, de pies a cabeza, sin rasgos humanos.

Conocida desde entonces como la Calchona por su aspecto lanudo, abandonó su casa sin más remedio que vivir escondida, soportando el rechazo a su aterrador aspecto de oveja con brazos y rostro humanos y vagando a perpetuidad por los paisajes rurales, entre los campos y montes. Su antiguo hogar desapareció, su familia jamás regresó y ella sólo pudo continuar lamentándose, sufriendo su calvario. Por su aspecto repulsivo, provoca pavor y rechazo, y su incapacidad de comunicarse al sólo poder balar como oveja, dificulta todavía más su pobre existencia.

Existen tradiciones de humanos-bestias parecidas a la Calchona en otras partes del continente y que algunos autores han comparado con la nuestra: desde el Lobizón guaraní hasta el Sasquash norteamericano. En su "Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas" Rodolfo Lenz describe a la Calchona asociándola también a las leyendas europeas del hombre-lobo: "parecido a cabra u oveja 'linuda', es decir de lana o pelo largo; se dice que espanta y daña de noche a los que andan solos". Por su parte, Julio Vicuña Cifuentes considera la historia revisada como la más precisa: en sus "Mitos y supersticiones recogidos de la tradición oral chilena", la primera definición que aporta sobre la Calchona es la que recogió en Coihueco, en la zona del Ñuble, describiéndola como "una oveja que ronda por la noche las habitaciones de los campesinos, los cuales, como saben que es gente, le dejan en un lebrillo las sobras de la comida". A diferencia de otras tradiciones sobre el personaje, sin embargo, asegura que sería"inofensiva, y el cura les ha recomendado que no le hagan daño" en esos años (1915).

Otras versiones cuentan que la infortunada mujer prefiere la vida solitaria y apartada, saliendo más frecuentemente en las noches para que nadie vea su monstruosidad. Hubo quienes creían que, de vez en cuando, intentaba asimilarse en algún rebaño sabiendo que ya es más oveja que humana, pero siempre acababa siendo descubierta y causando pánico. En la zona de Petorca, además, se aparece también como una oveja negra que cruza o invade furtivamente las haciendas, pudiendo ser convocada por hechiceros de esta provincia con gran presencia diabólica en sus tradiciones. Hay versiones parecidas en la Provincia del Acocangua.

La Región Metropolitana es donde más presencia parece tener su leyenda: en Peñaflor, en la zona cordillerana media, en la cuenca del Maipo y en la localidad Pirque se considera que la Calchona provoca el aullido y escape de los perros, pudiendo ser adivinada su presencia por estas razones. En su "Geografía del mito y la leyenda chilenos", Oreste Plath agrega que puede atacar a los hijos desobedientes y a las mujeres infieles, además de los que se aventuran a andar solos en la noche, quienes parecen ser sus presas favoritas. Otras veces, se aparece a los errantes pidiéndoles comida: si no la complacen los ataca y derriba, dejándolos heridos y pisoteados. Cierta historia santiaguina habla también de la Calchona como una oveja gigante que trepa árboles, sin conservar los rasgos de mujer originales. Explica Plath esta versión diciendo que, en la oscuridad, "espera el paso de los caminantes y se deja caer sobre ellos produciéndole espanto y daño", y que "se deja caer sobre la grupa de los animales y luego atrapa al jinete".

En el Cajón del Río Maipo es muy bien conocida. De hecho, allí existe la llamada Quebrada de la Calchona, en el sector cercano a El Melocotón. Sin embargo, una de las versiones recopiladas en esta zona por Julio Arancibia en un artículo de la revista cultural "Dedal de Oro", cuenta una historia distinta: la de una pastorcita de cabras de El Melocotón, abusada, asesinada y descuartizada por unos jinetes que iban a un rodeo en San José de Maipo, quienes escondieron su cuerpo sepultándolo bajo un sauce del estero hoy conocido como La Calchona. El espíritu de la víctima, decida a vengar su muerte, se aparecía allí por las noches saltando sobre todos los jinetes que pasaran o bien asustando sus caballos con los gritos, acompañada de brisas frías y llantos espeluznantes, botándolos y causándoles la muerte en varias ocasiones. Los sobrevivientes la describían como una forma blanca y con olor putrefacto, que en ocasiones incluso bebía la sangre de sus víctimas.

Hubo un largo tiempo en que se reportaron supuestas apariciones, ataques y lamentos de la Calchona en el sector del puente sobre la misma quebrada junto al río Maipo, organizándose cacerías y vigilias a la espera de la extraña criatura. Hasta se colocó una cruz en el lugar donde se creía que estaba sepultada, para exorcizarlo, pero sólo consiguieron que el fantasma se volviera más violento y aumentara sus ataques. Cuenta Arancibia, sin embargo, que un tiempo después unos arqueólogos habrían dado con unas osamentas en el lugar y estas fueron trasladas hasta el mismo cerro donde la pastorcita cuidaba sus cabras cuando estaba viva. Sólo entonces cesaron los ataques.

Pero no terminó allí la maldición de la fallecida: una mujer vestida con pieles de cabra y maquillada de blanco comenzó a aparecerse ahora a los hombres solitarios y jinetes que residían por San Alfonso, atacándolos y robándoles sus pertenencias cuando volvían borrachos a casa. Esto continuó hasta que uno de ellos decidió encajarle un tiro con su arma al siniestro fantasma, dejándolo herido: era una mujer de carne y hueso que, aprovechando la leyenda, cometía sus fechorías en el sector del Mecolocón Alto, quedando encarcelada desde ese momento.

Vicuña Cifuentes también recopiló una historia de la Calchona diferente a la que parece ser matriz, en la Hacienda del Escorial del entonces llamado Departamento del Maipo. La localizaba en la Quebrada de la Gallina, así llamada "porque todas las noches sale de ella a retozar por el campo vecino, una gallina negra de grandes calchas (cernejas), rodeada de doce polluelos blancos". Dicha gallina era llamada Calchona, justamente. Y en San Javier, en la Provincia de Linares, el mismo autor encuentra una versión que combina el mito de la Calchona con el de otra temida mujer de vagar nocturno, como es la Viuda, personaje que parece ser de origen español: "es una mujer toda cubierta con un manto negro que le arrastra" y atacaba a los jinetes por las noches, pues "se les trepa sorpresivamente a la grupa y los mata abrazándolos por la espalda".

A veces, la audacia de la Calchona la lleva a invadir algunas residencias y solares, por lo que algunos huasos y estancieros compadecidos de su tragedia dejaban afuera de las casas o en los caminos posillos con restos de comida para ella. Esta costumbre también se habría practicado en provincias de Cauquenes y del Maule, aunque allá también es considerada totalmente inofensiva e incapaz de hacer daño. Sin embargo, otro testimonio recogido por Vicuña Cifuentes en Machalí es categórico en señalar a la Calchona como una criatura violenta y potencialmente asesina: se presenta allí como "una oveja de grandes lanas" o algo parecido, la que "sale al paso a los que viajan solos por el campo y les pide de comer: si no le dan, los embiste hasta derribarlos y los revuelve y pisotea". Su informante, en este caso, creía que la Calchona era una bruja.

Existe cierta historia muy parecida a la de la impostora del Cajón del Maipo pero colocada en las afueras de Talca, en la que otra mujer que se hacía pasar por la Calchona fue atrapada por un diestro huaso con su lazo. En el sector La Pampa de la misma localidad, además, una tradición describe las correrías de una Calchona "real": era tanto el temor que algunos parroquianos de cantinas y fondas cercanas le tenían a esta presencia, de hecho, que atravesaban por aquel paso al norte de la ciudad rezando el rosario.

En Malleco, en cambio, la leyenda recopilada por Plath es básicamente la misma que se toma por principal de la mujer-oveja, pero dice que la bruja tenía tres hijos y que, cuando estos se metieron en sus pócimas, se convirtieron en varios animales antes de llegar a los zorritos, justo cuando volvió el padre a casa después de un viaje. Él les devolvió la apariencia humana pero arrojó por la ventana los ungüentos al terminar de usarlos, sin saber u olvidando que su esposa los necesitaría al regresar. Así, la mujer quedó convertida para siempre en oveja, viviendo de la comida que la gente le deja, pues es inofensiva.

Jaime Quezada, en tanto, cuenta en sus "Leyendas chilenas" que en Quilleco, en la Provincia del Biobío, existía una Chascuda correspondiente a una temida y peligrosa mujer vieja y vestida siempre de negro, se le aparece a los jinetes adoptando la forma de un oscuro perro terrorífico. Puede ser la misma Calchona, pues no siempre asume la forma ovejuna: en ciertos parajes rurales se interpretaba su aspecto como el de un enorme perro como de raza Terranova y de lanas muy crecidas, que arrastra por el suelo en su vagar, aunque sin causar daño. Así es como la describió Zorobabel Rodríguez en su "Diccionario de Chilenismos" de 1875, agregando que es de color blanco y que "elige de preferencia las noches oscuras para aparecerse a los caminantes, a arrebatarles la merienda de la fuente, murmurarles de paso alguna lúgubre amenaza, espantar las caballerías, herir de muerte a algún criminal y operar otra multitud de diferentes daños". Y Vicuña Cifuentes, en otra de las versiones que ofrece en su libro, toma también una descripción canina que obtuvo en Culiprán, Melipilla:

La Calchona es una bruja, un alma en pena, algo extraordinario, en fin, que el informante no concibe bien. Se asemeja a un gran perro de lanas muy crecidas que le arrastran por el suelo. Corre por el campo ladrando incesantemente, y cuando los perros la oyen, se amedrentan y prorrumpen en aullidos muy tristes. La Calchona, sin embargo, no hace daño a nadie, como lo puede asegurar el mismo informante, que se encontró con ella varias veces en caminos solitarios.

Otra versión estudiada por el autor fue recogida en Rengo, en la Provincia del Cachapoal, y señala a la Calchona como "una mujer vestida de negro, que, montada en un burro, recorre por la noche los caminos, asustando a los que tienen la desgracia de topar con ella".

Aunque las reseñas localizan al mito de la Calchona en la Zona Central y Centro-Sur, han existido historias sospechosamente parecidas desde el Valle de Azapa hasta territorios ovejeros de Magallanes, generalmente relacionadas con brujas o mujeres malditas que quedan convertidas en ovejas o cabras. También hay ciertas versiones tratando de sentar el origen de la leyenda en la tradición mapuche, teoría refutada por Rodríguez al asegurar que "no tiene nada de araucano, pues no lo menciona ninguno de los autores que en diversas épocas han explorado la tradición de nuestros aborígenes". Y la fama de la Calchona llegó a Argentina, como se verifica en "Leyendas nativas argentinas de la Patagonia" de Alejandro Horacio Soldano, "El tronco de oro" de Gregorio Álvarez y "Seres mitológicos argentinos" de Adolfo Colombres.

Por otro lado, se sabe que las brujas criollas recibían antes el apodo de calchonas, tal vez porque hacían ostentación de sus capacidades asegurando poder convertirse en animales con hechizos y conjuros. Rodríguez agrega que, en su época, se llamaba vulgarmente calchona al servicio de la diligencia o el ómnibus. Lenz, por su parte, comentó que se usaba en Chile el verbo calchonear para señalar el acto de "trabajar como cochero con un coche ajeno sin permiso del dueño", mientras que calchoneo era el sustantivo de esta misma falta. También se llamó en Chiloé como calchona a un tipo de chaqueta ancha y holgada usada por mujeres.

Aunque no sea ya la más conocida de las leyendas chilenas, también hay señales confirmando cuánto penetró la historia de la Calchona en la cultura y el folclore, no sólo la campesina. Por ejemplo, en Calama hay un pasaje de nuestra época con su nombre, en una villa con títulos alusivos a mitos y leyendas chilenos. En Talca existe también el Puente de la Calchona sobre el Canal Baeza, relacionado con la versión local de la leyenda que ya describimos. Curiosamente, este puente fue escenario del brutal asesinato de la muchacha María Soledad Opazo en la Noche de San Juan de 1989, que inició un escandaloso proceso judicial en que tres sujetos fueron hallados culpables y condenados, siendo liberados al revisarse el caso cuatro años después y declarados inocentes.

Bibliografría:

  • Álvarez, Gregorio: "El tronco de oro. Folklore del Neuquén". Siringa Libros, Neuquén, Argentina - 1981.

  • Arancibia O., Julio: "La Calchona" (artículo), revista "Dedal de Oro". Edición digital, San José de Maipo, Chile - sin fecha.

  • Arancibia O., Julio: "Leyendas: La Calchona" (artículo), revista "Dedal de Oro". Edición digital, San José de Maipo, Chile - sin fecha.

  • Colombres, Adolfo: "Seres mitológicos argentinos". Ediciones Colihue, Buenos Aires, Argentina  - 2009.

  • Lenz, Rodolfo: "Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas". Editorial Cervantes, Santiago, Chile - 1910.

  • Plath, Oreste: "Geografía del mito y la leyenda chilenos". Editorial Grijalbo, Santiago, Chile - 1994.

  • Quezada, Jaime: "Leyendas chilenas". Editorial Quimantú, Santiago, Chile - 1973.

  • Rodríguez, Zorobabel: "Diccionario de Chilenismos". Imprenta de El Independiente, Santiago, Chile - 1875.

  • Soldano, Alejandro Horacio: "Leyendas nativas argentinas de la Patagonia". Editorial Dunken, Buenos Aires, Argentina - 2006.

  • Vicuña Cifuentes, Julio: "Mitos y supersticiones recogidos de la tradición oral chilena". Imprenta Universitaria, Santiago, Chile - 1915.

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