EL CHONCHÓN O TUETUÉ
El llamado tuetué o chonchón es una de las leyendas más extendidas del territorio chileno, con mayor o menor presencia pero desde el extremo norte del país hasta tierras magallánicas. Alcanza también a territorios argentinos de Cuyo, Neuquén y Bariloche, de hecho. Es una de las mejores documentadas, además, existiendo incluso procesos llevados en los siglos XVIII y XIX contra supuestos brujos en los que el tema de estas horripilantes criaturas salió a la palestra.
De acuerdo a la creencia general, el chonchón corresponde a una criatura bestial cuyo cuerpo es la cabeza de un brujo o kalku que, con sus artes oscuras, logra desprender del cuerpo y hacerla volar. Sus alas son las orejas que se transforman y crecen, pudiendo batirlas en el aire como lo hace un pájaro con sus extremidades. Puede hacer un temible sonido en las noches con este aleteo, por cierto. En ciertas versiones se asegura que podrían pasar perfectamente confundidos con un ave o un murciélago, además.
Tomás Guevara asegura en "Historia de la civilización de la Araucanía" (1898-1902) que el chonchón también puede atacar bebiendo la sangre de sus desgraciadas víctimas. Las ataca cuando están enfermas e intenta apoderarse de su espíritu arrastrándolas a la muerte. Muchos encuentros con el monstruo serán interpretados como delirios de la fiebre y del estado de agonía en el lecho de enfermos, incorrectamente. Por su lado, Julio Vicuña Cifuentes sugiere en "Mitos y Supersticiones recogidos de la tradición oral chilena" que serían una clase especial de brujos, correspondientes a los más poderosos y temibles en el ejercicio de la magia negra.
Ambos nombres dados al engendro se relacionarían
con el ruido o "canto" que hace al volar: tue-tué, tue-tué, en unas
versiones, y chún, chun-chún en otras, lo que hace suponer que el Tuetué y el Chonchón podrían ser seres diferentes. En efecto, en ciertas tradiciones el primero tiene la forma de un ave siniestra, al estilo de la voladora (bruja convertida en pájaros) o la mala fama que se da en Chiloé a los diucones y huairavos, famosos por sus ojos fulgurantes y por ser enviados de hechiceros. El Chonchón, en cambio, sería la cabeza del brujo adoptando la descrita anatomía que le permite volar, aunque no siempre se hace visible, incluso si se lo escucha muy cerca. Como en el caso de las nereidas y las sirenas griegas, entonces, parece ser que ambos mitos acabaron fusionándose en uno.
También se supone que repetir ese ruido de estos seres malditos es peligroso, pues equivale a invocarlos o "llamarlos". Oreste Plath agrega después en "Geografía del Mito y la Leyenda Chilenos" que la forma en que los brujos se convierten en estos seres es utilizando un ungüento mágico que se colocan en la garganta. Al momento de desprenderse la cabeza del resto del cuerpo, deben repetir el siguiente rezo, mientras levantan vuelo: "Sin Dios, ni Santa María".
Muchos creen que la tradición del tuetué sería de origen mapuche, mantenida con fuerza aún en los campos chilenos pero también en terrenos urbanos, incluyendo grandes ciudades, especialmente en poblaciones de comunas populares. En su "Historia Crítica y Social de la Ciudad de Santiago" de 1869, Benjamín Vicuña Mackenna aseguraba que los chonchones ya eran uno de los terrores que más acosaban a la sociedad santiaguina de principios de aquel siglo, con varios reportes sobre su supuesta presencia en la capital chilena. Justo Abel Rosales, en tanto, dirá en su "Historia y tradiciones del Puente de Cal y Canto" de 1888 que se supo de aterradores avistamientos de chonchones y otros siniestros pájaros gigantes sobre el desaparecido puente colonial, causando pavor en los testigos.
El temor al chonchón llegó a ser muy común en la Zona Central del país. Innumerables poblados, villas o caseríos siempre tenían alguna historia señalando a viejas vecinas como sospechosas de ser brujas, luego de que algún sujeto intentara capturar o lesiona casualmente a un ave que se le cruza en el camino. Cuando volvía a casa, según el mismo folclore, su vecina le decía: "Ud. casi me mata anoche", dándole a entender que habría sido ella la que estaba encarnada en el ser volador. También se repite en diferentes localidades la leyenda de una familia que, supuestamente, logró capturar un tuetué en forma completa de ave a la que sacrificaron cortándole la cabeza y arrojándosela a un perro para que la devorara. Al día siguiente no encontraron el cuerpo del pájaro, pero sí se enteraron de que un brujo de la zona había amanecido decapitado y nadie hallaba su cabeza.
Algunos prefieren no correr riesgos y ofrecen algo de regalo al monstruo cuando lo sienten revoloteando alrededor de sus hogares: incluso se recomienda que sea algo infaltable en un hogar, como sal, azúcar o hasta agua, pues el brujo pasará después a buscarlo en su forma humana, y también se debe cumplir con lo prometido o el implicado se expone a severos castigos sobrenaturales. Y agrega Vicuña Cifuentes, al respecto:
De entre las innumerables consejas que se refieren a propósito de los Chonchones, transcribiremos una muy popular. Al oír el grito de un Chonchón, unas jóvenes traviesas tuvieron la mala ocurrencia de decirle: "Vuelve mañana por sal". Al día siguiente se les presentó un viejecillo pequeño y magro a reclamar la sal prometida la noche anterior. Diéronsela temblando las muchachas, y el viejo, al recibirla, les dijo severamente que no se burlaran otra vez de la gente pasajera. Esta conseja tiene una variante, muy difundida también, según la que, al día siguiente del ofrecimiento de la sal, se presentó a comer en dicha casa un elegante caballero, el cual, cuando se creyó que nadie lo veía, se echó al bolsillo el salero y se despidió cortésmente después.
Otros, sin embargo, intentan librarse de su acecho repitiendo el canto Magníficat contra los maleficios, ya prácticamente olvidado y conocido sólo por algunos iniciados en magia blanca. También está el conjuro de las "12 Palabras Redobladas", con el que se haría caer al chonchón como si estuviese herido o desmayado, quedando en el suelo tras estrellarse y aleteando aturdido. De acuerdo a Plath, además, se puede orar la siguiente plegaria para lograr un efecto parecido:
San Cipriano va para arriba,
San Cipriano va para abajo,
sosteniendo una vela
de buen morir.
Cuando un tuetué ya esté acosando a alguien con su presencia, se debe echar mano a la Cruz o Estrella Rúbrica de Salomón: un antiguo amuleto de cinco puntas con caracteres sacros en hebreo. Si no se tiene disponible este talismán, se lo puede dibujar rápidamente en el suelo ni bien se escuche cerca la presencia del chonchón. Se sugiere también clavar al centro de la estrella dibujada un cuchillo, con el filo o la punta apuntando hacia el monstruo, pues caerá encima. Por su lado, Ricardo E. Latcham escribía en 1924 que los indígenas "temen mucho al chonchón y hacen invocaciones y queman hojas de canelo cuando sienten su grito". También se lo puede espantar arrojando sal a una hoguera, o bien extendiendo un chaleco de una forma particular mientras se repite "Pasa chonchón tu camino, Pasa chonchón tu camino", de acuerdo a Plath.
Como hacer frente a un tuetué siempre será un riesgo extremo, se deben tomar precauciones si se llega a derrotarlo, como dejarlo en el suelo y no tratar de atraparlo. Los que usen la Estrella de Salomón trazada en el suelo, sin embargo, deberán actuar con más audacia: el monstruo suele quedar ensartado en el cuchillo que se coloca al centro, por lo que cobrará venganza si se lo deja vivo, ya que los brujos nunca perdonan. La solución sería quemarlo y hacerlo desaparecer, aunque esto no siempre asegura que el hechicero también desaparezca.
El surgimiento del mito del chonchón podría estar en la presencia nocturna y los grandes ojos de aves como el chuncho (Glaucidium nanum), el tucúquere (Bubo virginianus magellanicus) u otras de la familia de los estrígidos (búhos y lechuzas). La relación posible con el chuncho es observada por Rodolfo Lenz. Incluso hay quienes sospechan que hubo tiempos en que la superstición pudo más que la razón y estas aves eran cazadas sólo por el miedo a que correspondiesen a tuetués, aunque la misma leyenda insiste en lo anteriormente expuesto: que molestar, provocar o agredir a algún tuetué es un acto peligrosísimo; una sentencia de muerte peor que tener que soportar a la bestia cerca.
Además del evidente parecido fonético entre chunchos y chonchones, se estima en zonas rurales que su avistamiento o el de pájaros relacionados con tales prácticas de magia negra es presagio de desgracias, tragedias e infortunios. Si aparecen en la casa de un enfermo, por ejemplo, es porque anticipan su pronta muerte.
Bibliografía:
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Guevara, Tomás: "Historia de la civilización de la Araucanía". Imprenta Cervantes, Santiago, Chile - 1898-1902.
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Latcham, Ricardo: "La organización social y las creencias religiosas de los antiguos araucanos". Imprenta Cervantes, Santiago, Chile - 1924.
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Lenz, Rodolfo: "Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de las lenguas indígenas americanas". Edición facsimilar de la original de 1905-1910, Santiago de Chile, Universidad de Chile - Sin fecha.
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Pérez, Floridor: "Mitos y leyendas de Chile". Editora Zig-Zag, Santiago, Chile - 2004.
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Plath, Oreste: "Geografía del mito y la leyenda chilenos". Editorial Grijalbo, Santiago, Chile - 1994.
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Rosales, J. Abel: "Historia y tradiciones del Puente de Cal y Canto". Imprenta Estrella de Chile, Santiago, Chile - 1888.
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Vicuña Cifuentes, Julio: "Mitos y Supersticiones recogidos de la tradición oral chilena". Imprenta Universitaria, Santiago, Chile - 1915.
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Vicuña Mackenna, Benjamín: "Historia crítica y social de la ciudad de Santiago: desde su fundación hasta nuestros días (1541-1868)". Imprenta del Mercurio, Valparaíso, Chile - 1869.
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