EL ORIFLAMA

El Oriflama es uno de los barcos fantasmas más terroríficos del legendario chileno, aunque todos ellos suelen pasar a un segundo plano del conocimiento general eclipsados por la popularidad del famoso mito del Caleuche de Chiloé. La tradición oral, además, en este caso se funde con antecedentes históricos reales, involucrando maldiciones, muerte y tesoros perdidos en tan extraña semblanza.

El velero francés Oriflama, originalmente llamado L'Oriflamme y tercero con este nombre, había sido botado al mar desde los astilleros de Toulón, a inicios de febrero de 1743. Obra del ingeniero Pierre Blaise Coulomb, tenía 41,3 metros de eslora, 40,18 metros de quilla y 10,78 metros de manga, desplazando unas 1.500 toneladas. Artillado con más de 50 cañones, sirvió a la marina francesa durante 18 años, aunque no participó en algún combate naval o enfrentamiento hasta los inicios de la Guerra de los Cien Años, cuando fue capturado por los ingleses del navío Isis en 1761, quienes lo mantuvieron como un mercante artillado no integrante de la flota real.

Hacia fines de aquel año, sin embargo, el acercamiento español con Francia llevó a la captura de los barcos británicos que tocaran puertos hispanos, y así la corona lo estimó como una de las presas más valiosas a las que debía dar captura. Una vez que tomó al L'Oriflamme en circunstancias de las que quedó poco registro, se lo subastó y fue adquirido por la compañía naviera de don Juan Bautista Ustáriz y Hermanos, también de España. Esta nueva vida del navío -ahora con bandera española- continuó como mercante artillado, aunque se redujo la capacidad de sus baterías para ampliar las bodegas. Bautizado formalmente como Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo, el nombre de Oriflama no pudo ser olvidado y continuó siendo llamado así por el resto de sus aventuras. Realizó varios rentables viajes entre la Península y las Indias Occidentales, especialmente hacia o desde el Virreinato de Nueva España y el Virreinato del Perú.

Fue hasta ese último destino que partió en viaje comercial desde el puerto de Cádiz, el 18 de febrero de 1770, en ruta directa al Callao con más de 200 tripulantes y pasajeros, capitaneado por José Antonio de Alzaga, acompañado del piloto Manuel de Buenechea y del maestre José de Zavalza, todos experimentados conocedores del arte de la navegación. La valiosa carga incluía objetos de oro y plata, finas telas, piedras preciosas, vajilla, artículos de lujo, instrumentos de navegación y cristalería de la prestigiosa Real Fábrica de Cristales de la Granja de San Ildefonso, entre otras enormes riquezas.

Tras unos cinco meses de viaje y luego de haber cruzado por aguas magallánicas hasta el Pacífico, el Oriflama fue avistado de camino hacia Valparaíso en la tarde del 25 de junio por el velero español Gallardo, llamado realmente San José, cerca de Concepción o, en ciertas versiones, hacia la altura de Isla Mocha en la Provincia de Arauco. Su capitán, don Juan Esteban Ezpeleta, saludó de un cañonazo a su amigo Alzaga y a los tripulantes del Oriflama luego de ponerse al pairo, desplegando también algunas señales, pero sin recibir respuesta. Intrigado, ordenó seguir al silencioso navío, el que fue abordado poco después por sus hombres en un bote al mando del piloto Joseph de Álvarez.

Lo que presenciaron en cubierta los enviados fue dantesco y espeluznante: sólo quedaban 106 personas arriba, unas muertas y otras enfermas, y apenas 30 de ellas podían estar de pie, débiles, delirantes e incapaces de explicar bien lo sucedido. Uno de los marineros habría trepado intentado encender una faro del mástil durante el día anterior, además, pero cayó al agua agotado antes de lograrlo, según se enteraron. Cierta versión dice que el propio Alzaga estaba entre ellos, pidiendo auxilio. Alguna extraña peste, el frío, el escorbuto o el hambre habían hecho sucumbir al Oriflama, obligando a echar al mar casi 80 cuerpos ya.

Enterado de lo sucedido, Ezpeleta ordenó bajar cuatro botes con 40 hombres para rescatar a los agónicos y llevar provisiones a los sobrevivientes. Sin embargo, cuando estaban en esto empeoró el clima súbitamente y debieron postergar la maniobra. El Gallardo arrió velas y dio un tiro de aviso al Oriflama para que, aprovechando el viento a favor, se acercara a ellos, quienes debían ser sus salvadores. Sin embargo, otra vez no hubo respuesta: por el contrario, y aunque iba con sólo una vela izada, la nave comenzó a alejarse a la deriva y se perdió en la noche frustrando el rescate. A pesar de que el Gallardo insistió en seguirlo y encender señales de luces, el navío no regresó.

Cuenta la leyenda entonces que, ante el estupor de todos, súbitamente en la distancia el Oriflama habría subido todas sus velas, encendió todas sus luces de navegación incluidas las más altas, como señala Oreste Plath en "Geografía del mito y la leyenda chilenos". De esta forma, comenzó a alejarse veloz de los aterrados tripulantes del Gallardo, como poseso de una fuerza desconocida en su cubierta donde no se veía un alma capaz de estar en pie.

El testimonio del capitán Ezpeleta señala que a las 22 horas divisó la última luz del farol del Oriflama, y que no logró observar a la nave ya perdiéndose en la distancia y la oscuridad sino hasta el día siguiente, hacia las 14:30 horas, en la que sería la última vez que lo vería cerca de las costas de Constitución, incapaz de alcanzarlo.

Siendo el mediodía del 27 de junio, con el clima empeorado por la tempestad de viento y lluvia, el capitán Feliciano Lottelier observó al Oriflama peligrosamente encallado enfrente de la playa La Trinchera en Curepto, por la desembocadura del estero Huenchullamí o Libún. Sólo un puñado de hombres se divisaban vivos en cubierta: unas ocho personas, aferradas al bauprés y pidiendo auxilio. A pesar del intento de Lottelier y otros en la playa por rescatar a los infelices, la marejada y la borrasca fueron más fuertes, haciendo desaparecer al trágico Oriflama y dejando parte de sus estructuras y cargas desparramadas por la costa, incluyendo 12 cuerpos.

Dice Elías Lizana en "Apuntes para la historia de Guacarhue y de Pencahue de Talca" que, entre los muertos arrastrados a las arenas, estaba el cadáver de una mujer que traía abrazado un Niño Jesús, estatuilla que quedó en manos de la familia Andrade de Curepto, pasando así al párroco de Cahuil don Luis Alberto Rivera de Andrade. Lizana también desmiente la creencia difundida por Benjamín Vicuña Mackenna en su "Historia de Valparaíso", de que la familia Letelier es toda descendiente de un Lottelier sobreviviente del Oriflama, tal vez por una confusión con el apellido de quien intentó el último rescate.

Apodado desde entonces el Barco de los Agonizantes, el Barco de los Muertos y el Cementerio Flotante, el desastre del Oriflama y la misteriosa epidemia mortal que atacó a su gente al entrar al Pacífico han pasado a ser parte del abundante legendario marinero chileno. Hubo quienes incluso aseguraban ver al fantasmagórico navío navegando con todas sus luces, a veces emitiendo lamentos y gritos de sufrimiento de su invisible tripulación, en zonas de Navidad a Constitución o hasta tratando de entrar a puerto Valparaíso, sin anclar.

Por otro lado, la documentación histórica confirma el valor del cargamento que traía el Oriflama y verifica su naufragio cerca del río Maule. De hecho, se desató un gran esfuerzo de las autoridades coloniales por recuperar su valioso cargamento entre 1771 y 1772, sin grandes resultados. Esto ha dado origen a nuevas búsquedas de su perdido tesoro en nuestro tiempo, no exentas de controversia por hallazgos confirmados en 2011 y por la constitución de la Oriflama S.A. para realizar proyectos culturales y de investigación sobre el navío. Desde 2019, además, existe en Curepto el Museo El Oriflama creado por la misma sociedad, con exposición de piezas rescatadas, restos de su cargamento, maquetas e interesante información sobre el mismo.

Bibliografía:

  • Fernández Domingo, Jesús Ignacio: "Los tesoros del mar y su régimen jurídico". Editorial UBIJUS, México D.F., México - 2010.

  • Lizana-Murphy, Fernando: "Historia y leyenda del Oriflama" (artículo). Sitio web personal del Escritor F. Lizana-Murphy, Chile - 2015.

  • Lizana M., Elías: "Apuntes para la historia de Guacarhue y de Pencahue de Talca". Imprenta y Encuadernación Chile, Santiago, Chile - 1909.

  • Plath, Oreste: "Geografía del mito y la leyenda chilenos". Editorial Grijalbo, Santiago, Chile - 1994.

  • Vicuña Mackenna, Benjamín: "Historia de Valparaíso" (Tomo II). Universidad de Chile, Santiago, Chile - 1936.

  • Vidal Gormaz, Francisco: "Algunos naufrajios ocurridos en las costas chilenas". Imprenta Elzeviriana, Santiago, Chile - 1901.

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