EL HOMBRE SIN CABEZA DE CALLE COLÓN


El decapitado de Arica causaba terror entre los habitantes de calle Cristóbal Colón llegando a Yungay, paseando su cuerpo fantasmagórico y vestido a la usanza antigua por el patrimonial  encuentro de estas vías en donde está la famosa Casa Bolognesi o Casa de la Respuesta, siempre con bandera peruana, y en la esquina vecina el Inmueble de Conservación Histórica del antiguo Instituto Comercial.

Es preciso remontarse con esta leyenda hasta el tiempo en que dicho tramo de calle Yungay era llamado antaño Ayacucho. Los claustros religiosos a espaldas de la Iglesia de San Marcos llegaban al borde de la misma calle Colón, barrio histórico que hoy incluye al Mercado de San Francisco y el Museo Arqueológico de Sitio de Colón 10, además del cercano acceso peatonal oriente del Morro. Empero, en el siglo XIX hacia el período en que Arica quedará definitivamente en manos de Chile durante la Guerra del Pacífico, el sector de Colón con Yungay que fue ocupado después por el Edificio de la Caja de Empleados Particulares, tenía a la sazón un lúgubre y penoso conventillo. Sus salas, chiribitiles y garitos eran lugar de encuentro de residentes y visitantes relacionados con los bajos fondos de la ciudad, por lo que el ambiente era bravo y hostil, incluso para los más temerarios.

Cuenta la investigadora Patricia Mardones que, en aquel lugar y sus oscuros pasillos, gañanes y prostitutas se mezclaban entre criminales y asesinos de todo tipo, bebiendo y planeando delitos. Algunos de los personajes más temidos de la Arica en esos años frecuentaban el lugar, de hecho. Y, como era esperable, en las borracheras se desataban sangrientas peleas; las discusiones varias veces pasaron a enfrentamientos con armas y terminaron así en homicidios, fastidiando a la policía que, simplemente, no se atrevía a hacer presencia en el lugar, por lo que las muertes solían quedar impunes. "Cuentan que el conventillo era uno de los dominios del Diablo y que por eso ocurrían ahí tantos delitos sin resolver", anota Mardones.

En una de aquellas violentas pendencias, resultó que un sujeto no identificado murió asesinado y su cabeza fue cercenada por el o los homicidas, posiblemente para impedir que fuese reconocido. Lo lograron, además: ni el muerto ni su verdugo pudieron ser individualizados, según la misma leyenda. Luego, para darle sepultura a los restos del infeliz o tal vez para ocultar el cuerpo, los residentes de aquel conventillo fuera de Dios y de la ley habrían decidido enterrarlo en la profundidad de la tierra del patio dentro del mismo. Allí quedaron sus huesos ocultos, entonces, para la anónima posteridad.

Pero cuenta la leyenda que al no haber tenido sepultura cristiana ni justicia por su muerte, el ánima del fallecido comenzó a aparecerse: lo hacía en la forma de un cadáver sin cabeza, asomando por el mismo patio del conventillo y causando pavor a todos los moradores y vividores que llegaban al mismo lugar. Según la señalada autora, el fantasma "pena" en las noches, vagando hasta que alguien lo ve y se espanta con la macabra imagen del cuerpo decapitado. Y, como sucede con las criaturas de pesadilla de H. P. Lovecraft, es altamente probable que alguien pierda la cordura ante semejante escena, víctima del pánico y la impresión.

El desaparecido patio maldito de calle Colón se habría hallado en donde está hoy el jardín del mencionado Edificio de Empleados Particulares. Y aunque el conventillo ha sido olvidado por la memoria urbana de los ariqueños, mucha gente aseguró seguir viendo al muerto decapitado en las noches, evitando transitar por el sector en horas de oscuridad.

Bibliografía:

  • Mardones, Patricia: "El hombre sin cabeza y otras leyendas de Arica urbana. Primera parte". BINAH Ediciones, Arica, Chile - 2018.

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