EL BASILISCO CHILOTE
Chiloé tiene una versión bastante particular de los famosos basiliscos de la mitología griega, seres que originalmente eran representados como serpientes y que, con el tiempo, adquirieron rasgos de aves conviviendo con los reptilianos, como cabezas de águila o gallos, garras y alas de dragones.
En el caso del Basilisco chilote, se trata de una temida culebra con cabeza de ave de corral que, en algunas variaciones, aparece provista también de unas pequeñas patas de pollo dotadas de garras e incluso de unas alitas como de murciélago, casi atrofiadas. Se desplaza arrastrándose por el suelo y suele erguirse ante sus víctimas mostrando su gran cresta roja o un órgano bastante parecido a este.
Llamado también Fasilisco, Culebrón y Athrathrao según cada localidad y comunidad en el archipiélago, el Basilisco de Chiloé siempre se presenta con el descrito aspecto de criatura mitad serpiente y mitad gallo, aunque con muchas similitudes conceptuales y físicas con el Colocolo de la mitología mapuche, otro animal malévolo y temible que se presenta con características de serpiente o gallo. Suele ser más pequeño que el también legendario Culebrón de los campos y zonas mineras, sin embargo.
El Basilisco nace de un huevo anómalo llamado lloy-lloy o lloe, que es puesto por un gallo colorado, principalmente, cuando llega ya a viejo o está soltero; a veces también por una gallina. Esto sucede al cumplir siete años el ave, según algunas tradiciones. Dicho huevo es muy diferente a los de gallinas comunes: suele ser de color gris, de textura rugosa o arrepollada y de forma redonda, más pequeño que los comunes. El pequeño animal vive y se desarrolla en la yema, inicialmente con aspecto de gusano.
Los criadores deben estar muy atentos a la aparición de aquellos huevos dentro de sus gallineros, pues es seguro que nacerá un Basilisco de ellos en caso de no ser destruidos, además de que la criatura puede devorar o matar a las demás aves del corral luego de haber salido del cascarón. La única forma de evitar su nacimiento es destruyendo el huevo, preferiblemente con fuego, y dando muerte también al gallo que lo puso para evitar que sigan apareciendo.
La eclosión debe suceder unos seis meses después de haber sido puesto el extraño huevo para que el monstruo resulte ser tal, aunque otras versiones dicen que basta con sólo unas semanas para su gestación. El engendro neonato, con forma de pequeña lombriz o lagartija de patas minúsculas, se desliza para refugiarse bajo la casa del dueño, en el establo o "enrajes", en donde suele permanecer largo tiempo o toda su vida, de hecho.
El animal también se desplaza como las serpientes por los terrenos, aunque siempre es reconocible por su cresta. Se aloja en cuevas, asomando sólo su cabeza hacia el exterior siempre al acecho de quienes serán sus víctimas. Puede provocarles la muerte sólo con la mirada, sobre todo cuando logra quedar ante los ojos de una persona. Este poder es tan grande que funciona incluso si el Basilisco sólo logra observar una parte del sujeto, como su brazo o su pierna, provocándole una parálisis irreversible del miembro por el resto de sus vidas.
Cuando el Basilisco sale de sus escondrijos para internarse sigiloso en las áreas urbanas o bien se queda viviendo bajo las casas del gallinero en donde estuvo su nido, puede hacer algo muy temido por los chilotes de antaño: invadir los dormitorios y atacar parasitariamente a las personas mientras duermen en las noches, tomando su aliento o bebiendo los fluidos de su nariz y boca (saliva, romadizo, flemas, expectoraciones y esputos). Para evitar que sus víctimas y demás moradores despierten mientras se alimenta, la criatura emite un extraño canto muy parecido al que hace el gallo pero más suave, que las mantiene en el sueño profundo y le permite consumar el daño.
Los ataques nocturnos van dejando al afectado cada vez más débil y raquítico, enfermándolo de tos seca, inapetencia y asfixias hasta la muerte, tras una lenta e inexplicable agonía. Esta sería a razón del agravamiento o postración inesperada de personas que padecían de tuberculosis o asma. Y cuando su víctima ya murió, elige a otro integrante de la misma familia para continuar alimentándose de él hasta liquidarlo también y acabar así con todos los residentes.
Por aquellos motivos, todas las viviendas, bodegas, cavas, almacenes de leña y graneros deben ser revisados siempre con esmero por los moradores cuando se sospecha de la presencia y acción de un Basilisco dentro de la seguridad de un hogar. Algunos "bichos" pueden ser espantados con agua hervida, pero otros son tan territoriales que jamás abandonan la cabaña o palafito, por lo que si bendecir el lugar o solicitar conjuros de brujos y machis no resultara, la única solución en estos casos será quemar el inmueble. Muchos de los hechiceros más diestros en las armas mágicas no logran espantar al temible Basilisco de sus escondites.
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