LA LLORONA

La Llorona es una terrorífica mujer proveniente del inframundo, que vaga por las noches lanzando sus espeluznantes gritos y gemidos de dolor en la inútil e interminable búsqueda de sus retoños, acompañados de un llamado sufriente: "¿¡Dónde están mis hijos!?". Es otra presencia fantasmal muy esparcida dentro del folclore chileno, especialmente en ciudades pequeñas y pueblos de contextos rurales, además de ser una leyenda aún creída en varios sectores del país.

Sin embargo, la matriz de la leyenda de la Llorona destaca en el rico legendario mexicano, posible origen de todas las versiones que se conocen o de los rasgos principales del personaje y su historia, pues parece guardar relación con ciertas figuras femeninas de la religiosidad mitológica aztecas, zapotecas y mayas, que aparecen como seres provenientes del mundo de los muertos e intermediando ante los vivos. La leyenda se moderniza con el mestizaje y la Colonia, especialmente con la historia de la náhuatle Malinche, la consejera y amante de Hernán Cortés y quien, después de fallecida, se aparecía llorando al comprender que sus servicios fueron una traición a su pueblo, ahora conquistado.

En todas las variantes e historias posteriores del mito, la Llorona se presenta como una mujer en perpetuo vagar y pena constante, llorando y lamentándose por los hijos que perdió o bien que debió asesinar en un acto de irracionalidad, suicidándose después o muriendo de pena. El folclore se expande en diferentes versiones por el continente, por supuesto, pero siempre refiriéndose a esta tragedia como eje de su condena.

Empero, la presencia de la Llorona o seres parecidos en Chile parece muy antigua, sorprendiendo algunos casos con su semejanza a la original mexicana, como su subyaciese algo como un temor arquetípico o tragedia antológica en el mismo mito y la preservación oral del mismo. Sus apariciones suelen ser como un ser vestido completamente de blanco, de tonos claros o incluso de negro luto, marchando de brazos caídos y avanzando a paso lento, sin apagar su llanto que hace eco en las noches.

Se la suele definir como el alma en pena o maldita de la que fue una mujer, ahora buscando eternamente a su hijo o hijos: los habría asesinado estrangulándolos o arrojándolos a un río, celosa por el tiempo y la atención que le dedicaba su marido a ellos, en desmedro suyo. Cuando su esposo regresó aquel día desde las faenas en los campos descubriendo que los niños no estaban en casa y que ella no sabía responder por ellos, salió desesperado a buscarlos encontrándolos muertos. Ciego de pena e ira, se devuelve a casa y asesina en venganza a su esposa, quedando desatada la maldición perpetua.

Otra versión dice que el dolido hombre la abandonó, dejándola totalmente sola en su casa y así quedó arrepentida, agobiada por los remordimientos, vagando por los caminos en búsqueda de sus niños y pidiendo alimento a los viajeros a cuyo paso salía. El Cielo la castigó también y no le permitió reencontrarse con ellos en el más allá, al morir, por lo que pagó su fechoría convertida en un alma en constante "pena" por los senderos rurales. Llora así sin consuelo a sus hijos muertos, negando sus culpas, causando el espanto de los viajeros en las noches y provocando el llanto a coro triste de los perros, que logran detectar su paso en la distancia y la oscuridad.

A veces, la Llorona puede seducir hombres y usarlos sexualmente a la espera de quedar encinta para ser madre otra vez, cosa que nunca sucede; en otros casos, llega a raptar niños a la espera de poder adoptarlos y hacerlos sus hijos, pero estos mueren antes que eso ocurra, razón por la que también se ha evocado su presencia como ente castigador de infantes desobedientes, como el Cuco o el Viejo del Saco. Sus apariciones se asociaban a veces con ciertas fechas del año o determinadas condiciones nocturnas, como la luna llena. En algunas versiones también cojea, repitiendo la característica cojera del Diablo cuando se aparece entre los hombres.

Hay en ella, sin duda, elementos de influencia cultural desde la leyenda mexicana, pero están también los otros antecedentes que ofrecen raíces más nativas, como es el caso de las míticas Pacullén y el de la mujer-oveja conocida como la Calchona en las creencias del campo. Además, se advierten en el relato chileno algunos rasgos o detalles que fue agregando la tradición campesina de zonas como el Valle de Elqui, Choapa, Aconcagua, Precordillera de la Región Metropolitana, Colchagua y Cauquenes, entre otras localidades.

En la Región de Atacama, especialmente en las Provincias de Huasco y Copiapó, encontramos algunas versiones interesantes de la Llorona que parecen tener una línea propia de identidad o, al menos, una parte de ella. Algunos de estos casos están descritos en "Mitos de Chile", de Sonia Montecino Aguirre. En Caldera, por ejemplo, se presenta como una horripilante mujer cegada por telarañas, que anda por las calles durante las noches y buscando a sus hijos. A su paso, al sonar los desgarradores lamentos, suceden cosas extrañas en las casas, como movimientos de los cubiertos en las cocinas. En tanto, en la localidad de El Tránsito muy al interior de Vallenar, encontramos a la fantasmal mujer llorando y gritando sólo en las noches de martes y viernes, aunque jamás pudo ser vista por algún testigo, sólo escuchada. Causó tanto pavor alguna vez que el pueblo completo se organizó para rezar por el descanso de su alma y para que abandonara el lugar, mientras los lugareños pasaban con el rosario en la mano en los sectores oscuros de las rutas, en donde dicen que solían escucharse sus lamentos.

En la Región de Valparaíso hay varias historias parecidas sobre la Llorona, destacando la de Hijuelas en la Provincia de Quillota. Esta versión dice que es una mujer que perdió trágicamente a su hija, enloqueció y murió, convirtiéndose en alma errante que baja de los cerros causando alboroto entre los perros o asustando a los hombres que marchan solitariamente en las noches. Se aparece vestida con ropas largas, con un chal sobre la cabeza y generalmente en colores oscuros, a veces envuelta en una especie de capa o mortaja, mientras llora amargamente por su amada hija. Como venganza, roba los hijos de otros para llevárselos al Diablo, aunque algunos creen que esta mala fama es sólo una calumnia y que esta Llorona en realidad no hace daño; sólo sufre por su pérdida. Existe otra versión de la historia en el puerto de Valparaíso, llamada la Encadenada y muy parecida en algunos detalles al personaje de marras.

En la región de la capital chilena, la Llorona también adquiere rasgos propios: en San José de Maipo es llamada la Norma, y su tragedia parricida se relacionó con cultos diabólicos. Otras creencias la definen como una especie de categoría de almas inmundas o mujeres aprendices de hechicería que, para graduarse, deben llorar desnudas toda una noche por el sector cordillerano, penitencia que imita el suceso del nacimiento. En Buin, en cambio, ataca a los hombres dejándolos con los pantalones abajo en el borde del río Maipo y posee sobrenaturales poderes malignos, dejando convertido en piedra a un niño que la desafió en la plaza de la población Rengifo.

Más al sur, en la comuna de Litueche en la Provincia de Cardenal Caro, la Llorona habría perdido accidentalmente a su pequeño bebé era un río del sector, probablemente el Estero Los Ligues, durante una noche de truenos y tormenta. Uno hombre que vio la escena habría dicho que el pequeño niño cayó de sus brazos al fuerte caudal, luego que ella se apoyara en una de las barandas del puente, cansada y friolenta por tanto caminar bajo la lluvia. Desesperada al ver el resultado de su descuido, se lanzó al agua, pero también pereció ahogada. Nunca encontraron los cuerpos. Después, la mujer se aparecía por algunos de los principales puentes del lugar, para provocar miedo en los testigos o sólo aterrarlos con sus lamentos, desde algún invisible sitio en el paisaje.

En la Provincia de Curicó, por el área urbana de Vichuquén, la mujer se aparece a los niños transitando por las noches y, de preferencia, vestida de impecable blanco. Muchos residentes de sus calles aseguran haberla visto en sus tiempos de infantes, de hecho. Y en la Provincia de Diguillín, una Llorona ñublense se aparece sollozante por la localidad de El Carmen, conduciendo un carro con caballos que arrastra una pesada y ruidosa cadena, por lo que es llamada también la Carrumana.

En la zona indígena del Alto Biobío, en tanto, las actuales tradiciones de indígenas pehuenches señalan el drama de una mujer había ido al río a lavar ropas en las aguas del mismo, acompañada de su pequeña hijita, aún bebé. Había dejado a la pequeña sobre la suavidad de un cuero que encontró junto al río, en el suelo húmedo y pedregoso de la orilla, mientras ella trabajaba a pocos metros. Al voltearse, sin embargo, no estaba y entró en pánico: el lugar en donde la había dejado durmiendo, eran en realidad el temido Cuero Vivo de la mitología sureña y patagónica: un ser orgánico con forma, textura y aspecto de cuero curtido y mojado que habita lagos, ríos y esteros, envolviendo a los hombres para devorarlos. Desde aquel momento, la desconsolada madre recorrió ríos, bosques y cerros llorando terriblemente por su hija, sin recuperarla. Al morir, ha seguido en la incesante búsqueda su fantasma, convertida en una versión local de la Llorona.

Chiloé tiene una Llorona propia, básicamente la misma historia de Pucullén indígena pero con algunas adiciones más criollas e interesantes al mito, a pesar de que en algunas localidades del archipiélago recibe este mismo nombre original mapuche. Se aparece como una mujer delgada y alta, siempre vestida de una mortaja o acaso de pulcro negro, como si mantuviese un luto perpetuo, llorando por sus hijos perdidos, ocultando su rostro y amenazando a los extraños con quienes se cruza. A veces, por su aspecto, pasa advertida sólo como una mera mujer loca o una caminante mendiga, lo que es un craso y peligroso error.

La Llorona chilota también se aparece especialmente a los moribundos, anunciándoles su inminente final. Su presencia es anticipada o detectada por perros, por brujos y por los niños. Estos últimos son los que están en mayor riesgo de ser secuestrados por la aterradora mujer. Cuando llora en algún lugar por un período prolongado, pero con sollozo más bien suave, puede ser un anuncio de que alguien morirá en la ruta más cercana a aquel lugar. Algunos lugareños le dejaban comida en el exterior de sus casas, para que la tomara y se marchara pronto si pasaba por allí.

En el legendario magallánico también hay una adaptación de un mito local ya fundido con el de la Llorona del folclore más iberoamericano. Dice esta versión que una hermosa muchacha que residía con sus padres en una aldea de Timaukel, en Tierra del Fuego, quedó condenada a vagar y llorar por aquellos territorios luego de una dolorosa doble tragedia. La familia vivía aislada y sin sobresaltos allá, hasta que un día llegó un extraño a casa pidiendo ayuda, asegurando haber arribado al sector tras un largo viaje a pie. Los padres se apiadaron del sujeto y le dieron espacio en su hogar, gesto al que él respondió agradecido, ayudándolos en los quehaceres de la casa, en los huertos y con los rebaños. Con el tiempo, la muchacha se fue enamorando y quedó embarazada de él, provocando la desazón de sus padres. Sin embargo, al enterarse de que iba a ser padre, el instinto indómito y viajero del sujeto se impuso: simplemente se fue, abandonándola en una mañana. La mujer quiso tener su hijo, pero la depresión y la soledad le hicieron enfermar, perdiendo su bebé al nacer de forma prematura. Ella enloqueció, quedó a la deriva totalmente sola y murió vagando por el paisaje fueguino en busca de su desleal amado y de su hijo perdido. Su fantasma, posteriormente, se aparecía a los arrieros, jinetes y pilcheros de la isla, en las noches de luna llena.

Hay otros casos en los que la Llorona de versión nacional se mezcla con mitos de brujas, hombres-bestias y las temidas mujeres llamadas la Viuda y la Lola (seres fatales que asesinan hombres en las noches), pero perdiendo su elemento básico de una mujer en "pena" eterna y buscando a uno o más hijos perdidos. Otras versiones son demasiado semejantes al mito original de la Llorona en su interpretación chilena como para tomarlos por variantes con identidad propia como leyenda, más que sólo como adopciones locales y un rebote del mito profundo de la mujer espectral que vaga buscando sus desaparecidos retoños.

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